http://ateneodemontevideo.com/site/index.php
DEL 05 AL 19 DE DICIEMBRE 2011
DE 14 A 19
PLAZA CAGANCHA 1157,
MONTEVIDEO
La Bailarina:
Poesía y movimiento se fusionan
para crear momentos visuales
a través de movimientos y como dice
Joaquín Sabina ...bailar, es soñar con los pies
Osiris Rodríguez Castillo
-Poema al Río Yi-
El río, rumbo que canta,
Fue mi maestro primero;
Junto a su espejo viajero
Creció indígena mi planta
Él me puso en la garganta
Las voces elementales,
Cuando en tardes estivales
Pasaba verde su canto,
Como un torrente del llanto
Vertido por los sauzales.
Azul de noches serenas,
Penas de cielos nublados,
Cantos, de cantos rodados
Rodando por sus arenas;
Ternuras dichas apenas,
Rebeldías desbordadas,
Súbitas luces robadas
A los cielos invernales,
Cual si temblaran puñales
En sus entrañas heladas!
También yo, temblaba un rayo;
Con avaricia febril,
Juntaba estrellas de abril
Para los versos de mayo.
Miré pasar, de soslayo,
Mis colores alboreros;
Buscaba los verdaderosAcordes del sentimiento,
Y ambicionaba el arrullo
Milenario de mi río,
Para hacer el viaje mío
Con la música del suyo;
Cierta noche, en que un cocuyo
Pitaba en su palidez
Alcé mi canto y tal vez
Por orgullo, o por halago,
Me puso el cielo del pago
Con estrellas a los pies.
Y crucé por su picada
Milagrosa de reflejos,
Y él me ascendió cantos viejos
Por la sangre iluminada;
Limpia luna, cincelada
por su peregrinación,
Cuajó el primer medallón
De mi rastra; y ya en la orilla,
Me encendió la maravilla
Del lucero en el talón!
Destino dulce, y amargo,
De rumoroso sendero,
Salí armado, caballero
Del canto y del viejo largo;
He dejado, sin embargo,
Tan honda raíz en él,
Que aún soy sobre el tiempo, aquel
Muchacho del mojarrero.
Regresando de Buenos Aires La Bahía de Montevideo me recibía desafiante, tormentosa esperando ser inmortalizada.
Gómez Carrasco
Puerto de Montevideo, mayo 2010
Según iba bajando por Ríos impasibles,
me sentí abandonado por los hombres que sirgan:
Pieles Rojas gritones les habían flechado,
tras clavarlos desnudos a postes de colores.
Iba, sin preocuparme de carga y de equipaje,
con mi trigo de Flandes y mi algodón inglés.
Cuando al morir mis guías, se acabó el alboroto:
los Ríos me han llevado, libre, adonde quería.
En el vaivén ruidoso de la marea airada,
el invierno pasado, sordo, como los niños,
corrí. Y las Penínsulas, al largar sus amarras,
no conocieron nunca zafarrancho mayor.
La galerna bendijo mi despertar marino,
más ligero que un corcho por las olas bailé
—olas que, eternas, rolan los cuerpos de sus víctimas
—diez noches, olvidando el faro y su ojo estúpido.
Agua verde más dulce que las manzanas ácidas
en la boca de un niño mi casco ha penetrado,
y rodales azules de vino y vomitonas
me lavó, trastocando el ancla y el timón.
Desde entonces me baño inmerso en el Poema
del Mar, infusión de astros y vía lactescente,
sorbiendo el cielo verde, por donde flota a veces,
pecio arrobado y pálido, un muerto pensativo.
Y donde, de repente, al teñir los azules,
ritmos, delirios lentos, bajo el fulgor del día,
más fuertes que el alcohol, más amplios que las liras,
fermentan los rubores amargos del amor.
Sé de cielos que estallan en rayos, sé de trombas,
resacas y corrientes; sé de noches... del Alba
exaltada como una bandada de palomas.
¡Y, a veces, yo sí he visto lo que alguien creyó ver!
He visto el sol poniente, tinto de horrores místicos,
alumbrando con lentos cuajarones violetas,
que recuerdan a actores de dramas muy antiguos,
las olas, que a lo lejos, despliegan sus latidos.
Soñé la noche verde de nieves deslumbradas,
beso que asciende, lento, a los ojos del mar,
El circular de savias inauditas, y azul
y glauco, el despertar de fósforos canoros.
Seguí durante meses, semejante al rebaño
histérico, la ola que asalta el farallón,
sin pensar que la luz del pie de las Marías
pueda embridar el morro de asmáticos Océanos.
¡He chocado, creedme, con Floridas de fábula,
donde ojos de pantera con piel de hombre desposan
las flores! ¡Y arcos iris, tendidos como riendas
para glaucos rebaños, bajo el confín marino!
¡He visto fermentar marjales imponentes,
nasas donde se pudre, en juncos, Leviatán!
¡Derrubios de las olas, en medio de bonanzas,
horizontes que se hunden, como las cataratas.
¡Hielos, soles de plata, aguas de nácar, cielos
de brasa! Hórridos pecios engolfados en simas,
donde enormes serpientes comidas por las chinches
caen, desde los árboles corvos de negro aroma!
Quisiera haber mostrado a los niños doradas
de agua azul, esos peces de oro, peces que cantan.
—Espumas como flores mecieron mis derivas
y vientos inefables me alaron, al pasar.
A veces, mártir laso de polos y de zonas,
el mar, cuyo sollozo suavizaba el vaivén,
me ofrecía sus flores de umbría, gualdas bocas,
y yacía, de hinojos, igual que una mujer.
Isla que balancea en sus orillas gritos
y cagadas de pájaros chillones de ojos rubios
bogaba, mientras por mis frágiles amarras bajaban,
regolfando, ahogados a dormir.
Y yo, barco perdido bajo cabellos de abras,
lanzado por la tromba en el éter sin pájaros,
yo, a quien los guardacostas o las naves del Hansa
no le hubieran salvado el casco ebrio de agua,
libre, humeante, herido por brumas violetas,
yo, que horadaba el cielo rojizo, como un muro
del que brotan —jalea exquisita que gusta
al gran poeta— líquenes de sol, mocos de azur,
que corría estampado de lúnulas eléctricas,
tabla loca escoltada por hipocampos negros,
cuando julio derrumba en ardientes embudos,
a grandes latigazos, cielos ultra marinos,
que temblaba, al oír, gimiendo en lejanía,
bramar los Behemots y, los densos Malstrones,
eterno tejedor de quietudes azules,
yo, añoraba la Europa de las viejas murallas
¡He visto archipiélagos siderales, con islas
cuyo cielo en delirio se abre para el que boga:
—¿Son las noches sin fondo, donde exiliado duermes,
"No venga a tasarme el campo Con ojos de forastero Porque no es como aparenta Sino como yo lo siento Yo soy cardo de estos llanos Totoral de esos esteros Ñapindá de aquellos montes Piedra mora de mis cerro Y no va creer si le digo, que hace poco lo comprendo… Como yo lo siento " –(O. R. CASTILLO).